El balance. Una visión general

El balance es el estado financiero más importante. En él se reflejan todos los activos que compramos al invertir en una compañía y, también, todos los pasivos a cuyo cumplimiento están obligados los activos. La evolución de dichos activos y pasivos a lo largo del tiempo determina la capacidad de la empresa para producir beneficios, pagar dividendos y generar valor para sus propietarios.

10/10/2024
El balance. Una visión general

El balance es el estado financiero más importante. En él se reflejan todos los activos que compramos al invertir en una compañía y, también, todos los pasivos a cuyo cumplimiento están obligados los activos. La evolución de dichos activos y pasivos a lo largo del tiempo determina la capacidad de la empresa para producir beneficios, pagar dividendos y generar valor para sus propietarios. Por tanto, podemos pensar en el balance como el árbol del que salen los frutos que registran la cuenta de resultados y el estado de flujo de caja. Sin un tronco sólido y unas raíces profundas, el árbol terminará muriéndose y, con él, desaparecerá el capital de los accionistas. Por este motivo, tener un conocimiento exhaustivo del balance y entender su interrelación con el resto de los estados financieros es una cuestión con una importancia vital para cualquier inversor.

El contenido del balance

Antes de explicar la estructura de un balance y sus aspectos más representativos, es necesario entender la importancia que tiene este estado financiero. Para ello, vamos a partir del balance de Naturgy publicado en su memoria anual correspondiente al ejercicio 2023.

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Fuente: https://stpropwebcorporativangy.blob.core.windows.net/uploads/2024/02/CCAA-CONSO-NATURGY-2023_ES.pdf

 

Como podemos ver en la imagen anterior, el balance nos enseña lo que hay dentro de ese organismo económico al que llamamos empresa. En el caso de Naturgy, nos dice cuánta caja tiene la compañía en las cuentas corrientes de sus bancos, cuánto dinero le deben sus clientes o en cuánto está valorado su inventario. También explica el valor de todas sus instalaciones y activos fijos de largo plazo, como plantas de generación de energía, buques metaneros o conductos de distribución. Por último, advierte que no todos los activos de la empresa son tangibles. Al contrario, contabiliza casi 6.000 millones de euros de activos intangibles, como marcas, concesiones, derechos de uso o fondo de comercio provocado por operaciones corporativas pasadas.

Cuando un inversor decide comprar acciones de Naturgy, lo que está haciendo en realidad es adquirir un derecho de propiedad sobre todos esos activos –los tangibles y los intangibles–. Un derecho de propiedad que se extiende a todos los beneficios y flujos de caja que produzcan dichos activos. En otras palabras, aunque los inversores pasamos la mayor parte del tiempo hablando de la evolución de la cuenta de resultados y del estado de flujo de caja, lo que compramos al invertir en una empresa es su balance. Por tanto, el inversor que no analiza con un detenimiento extremo el balance de una compañía en la que acaba de invertir, en realidad, no sabe lo que está comprando.

Pero la grandeza de este estado financiero no se reduce solo a reflejar los activos con los que una empresa realiza sus operaciones. Además, incluye las obligaciones que esta deberá afrontar con los beneficios que produzcan esos activos o, en caso de ser insuficientes, con los fondos que obtenga por su venta. Dichas obligaciones se recogen en el pasivo. En él podemos ver cuánto dinero debe la compañía a sus proveedores, a sus bancos, a sus bonistas, a sus empleados, al Estado, etcétera. Recoge, en definitiva, los saldos pendientes de la empresa con cualquier otra entidad –sea de la naturaleza que sea– con la que haya interactuado y si ha derivado algún tipo de deuda por dicha interactuación.

Por último, el patrimonio neto es la diferencia entre el activo y el pasivo. En él se refleja el capital que han aportado los socios y que ha servido para financiar la parte del activo que no se ha producido fruto de una deuda. La principal partida del patrimonio neto son los beneficios acumulados, que cada año varían con el resultado correspondiente de cada ejercicio. Estos beneficios acumulados son reducidos con el pago anual de los dividendos y con las recompras, por tratarse ambos de beneficios distribuidos. Es decir, los beneficios anuales incrementan el patrimonio neto, mientras que la retribución a los accionistas lo reduce. Por tanto, en caso de que ocurra una ampliación de capital, como supone una aportación adicional por parte de los propietarios, se verá reflejada en esta parte del balance.

Antes de pasar a la siguiente sección es necesario hacer un apunte adicional. Si echamos una nueva mirada al balance de Naturgy, veremos unas líneas en la parte inferior que suelen ser ignoradas y que, sin embargo, tienen una importancia capital. Dice textualmente: “Las Notas 1 a 39 descritas en la Memoria consolidada adjunta y Anexos forman parte integrante del Balance de situación consolidado a 31 de diciembre de 2023 y 2022”. Las palabras clave de esta anotación son “parte integrante”. Es decir, que si solo estudiamos el cuadro resumen de activos y pasivos, únicamente habremos analizado una parte pequeña del balance. Las notas, que se publican en la memoria después de representar los estados financieros, dan detalles importantísimos de cada una de las partidas mostradas en el cuadro resumen y, en consecuencia, deben ser analizadas detenidamente. Sin una lectura detallada de todas ellas, es incorrecto dar por completado el análisis financiero del balance.

La estructura de un balance

La estructura de un balance es realmente sencilla y puede ser explicada rápidamente con seis referencias cardinales. Cuatro de ellas son de naturaleza contable y dos de naturaleza analítica.

La primera y más esencial de todas es que el balance, como ya hemos señalado, se divide entre activos, por un lado, y pasivos y patrimonio neto, por otro. En la parte izquierda se reflejan los activos –que son todas aquellas cosas que la empresa posee– y en la derecha los pasivos –las deudas de la compañía– y el patrimonio neto –el capital aportado por los socios y los fondos propios que la empresa ha ido generando y acumulando a lo largo de su vida–.

La segunda referencia, vital para el funcionamiento del sistema contable, es que el activo ha de ser igual a la suma del pasivo más el patrimonio neto. Esta igualdad tiene sentido puesto que pasivos y patrimonio neto es lo que han financiado al activo y, por tanto, no puede hacer diferencias entre ellos.

La tercera referencia cardinal considera el tiempo que cada activo y pasivo necesitan para ser transformado en cash. La contabilidad ha establecido una frontera estandarizada en los doce meses para considerar que un activo o pasivo son de corto o largo plazo. Sin embargo, debemos tener siempre presente que dicha frontera es arbitraria, impuesta con el objetivo único de estandarizar los sistemas contables. Desde el punto de vista analítico, en cambio, la línea que separa el corto plazo del largo debe atender únicamente a la duración de los diferentes ciclos en los que evolucionan las actividades operativas típicas de cada sector.

Dentro de esta tercera referencia, podemos incluir una cuarta convención consistente en situar las partidas más líquidas –es decir, las que menos tardan en transformarse en cash– en las partes inferiores de cada segmento del balance. Por ejemplo, dentro de los activos a corto plazo –que son los que necesitan menos de doce meses para transformarse en liquidez–, no todos son igualmente líquidos. La caja y los activos financieros tienen una transformación inmediata en dinero contante y sonante –de hecho, eso es exactamente lo que es la caja– que los inventarios o existencias. Por este motivo, dentro de este segmento del balance, la caja se sitúa siempre por debajo de las existencias. Este criterio de representación se mantiene en todas las partes del balance.

Este primer grupo de referencias forman parte del sistema contable. En consecuencia, están presentes en todos los balances y pueden ser identificadas a simple vista. En cambio, el segundo grupo de referencias no forman parte del sistema contable, sino que tienen una naturaleza analítica. Es decir, es el analista quien debe materializarlas para que sean visibles, reordenando las partidas del balance.

La quinta referencia, que es la primera de las analíticas, divide activos y pasivos entre operativos y no operativos. Los primeros son todos aquellos que están relacionados con el día a día del negocio, como los inventarios, las cuentas de clientes pendientes de cobro, la maquinaria, el valor de la marca o las cuentas pendientes de pago a proveedores, por nombrar algunos. Los segundos son todos los demás que, en general, suelen tener una naturaleza financiera. Por ejemplo, la caja excedentaria –es decir, la que no se necesita para hacer frente a las necesidades de tesorería del negocio–, las inversiones financieras, los activos no utilizados –por ejemplo, un solar en propiedad de la compañía– o la deuda financiera. Una vez que el analista haya reorganizado el balance siguiendo esta referencia analítica, este quedará dividido en activos operativos de corto plazo, activos no operativos de corto plazo, activos operativos de largo plazo y activos no operativos de largo plazo. La misma división se aplicará al pasivo.

La sexta referencia se centra en la transparencia de cada partida. Normalmente, la lectura de los criterios contables y de las notas del balance es suficiente para entender qué hay y cómo está valorado cada apunte contable. En cambio, en otras ocasiones, es imposible entender lo que hay en una partida concreta, bien porque las explicaciones son confusas, bien porque no hay explicación alguna y se emplea la denominación “otros activos” u “otros pasivos” sin mayor comentario. Para el analista es esencial determinar el nivel de transparencia de un balance pues en los casos en los que la opacidad es elevada, este puede esconder sorpresas desagradables. Por tanto, recomendamos incluir un reglón que recoja las partidas opacas dentro de las secciones del balance anteriormente descritas, para que pueda ser estudiada su magnitud y su evolución a lo largo del tiempo.

El rey de los estados financieros

Suele decirse que el fútbol es el deporte rey y que el órgano es el rey de los instrumentos musicales. Pues, en términos contables, el balance es el rey de los estados financieros. Su importancia es tal, que podemos decir que una compañía es exactamente el contenido de su balance, tanto tangible como intangible y operativo como no operativo. Es el contenido del balance lo que la empresa emplea para desempeñar su negocio y lo que compramos al invertir ella. De él derivan los beneficios y flujos de caja que reflejan los otros estados financieros. Es más, podríamos deducir la mayor parte de la cuenta de resultados y del estado de flujo de caja estudiando la evolución de dos balances consecutivos. Una deducción que sería imposible en sentido inverso. Por todo ello, juega un papel tan relevante, que se puede dividir a todos los inversores del mundo en dos grandes grupos: los que analizan en profundidad el balance antes de comprar una compañía y los que no saben hacer bien su trabajo.

Después de este artículo en el que hemos centrado en la visión general del balance, en el siguiente pasaremos a la visión en profundidad.


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