Carta a nuestros inversores

Cuarto trimestre 2024

HISTÓRICO

Cuarto trimestre 2024

Ya está disponible la Carta Trimestral donde nuestros gestores explican con detalle la evolución de los mercados a lo largo del último trimestre de 2024.

 

Editorial Equipo de Inversión

Estimado inversor,

2024 ha sido un año positivo para la economía, empresas y mercados. En los últimos doce meses, la actividad económica global se ha expandido por encima del 3%, la inflación ha seguido moderándose y los principales bancos centrales han bajado aún más los tipos de interés. Las compañías cotizadas han alcanzado niveles de beneficios récord, tras crecer un 9,5% en EE. UU. y un 3% en Europa. Por su parte, las bolsas no se han mantenido al margen de un contexto tan favorable y la mayor parte de los grandes índices mundiales han cerrado el ejercicio con subidas de doble dígito. 2024 ha sido un buen año desde cualquier perspectiva posible.

Respecto a nuestros fondos, tras un extraordinario 2023, han vuelto a generar buenos retornos y muchos de ellos han cerrado el año cerca de los niveles más altos de su historia. Bestinver Internacional y Bestinfond han acumulado ganancias del 14,3% y 12,8%, respectivamente, mientras que fondos como Bestinver Norteamérica han tenido subidas del 22,9%. Además, queremos destacar el excelente comportamiento de nuestras estrategias de renta fija, que han generado rentabilidades del 4,2% en Bestinver Corto Plazo y del 8,4% en Bestinver Renta. 2024 también ha sido un buen año para los fondos de BESTINVER.

Sin embargo, no podemos dejarnos llevar por el optimismo ni la complacencia. Por sólidos que sean los fundamentales de economía y empresas, no debemos ignorar que importantes incógnitas que planeaban sobre los inversores al comienzo de 2024 siguen hoy sin resolverse. Por este motivo, queremos centrar la atención en las grandes cuestiones estratégicas a las que se enfrentarán los mercados en la segunda mitad de la década.

La primera y más inmediata es la adaptación de la política monetaria a un contexto en el que el consenso de economistas apunta a un mayor crecimiento potencial y menor desinflación. Y es que, con una inflación cercana al objetivo del 2% en las principales 45 economías del mundo, es evidente que los bancos centrales no tienen los mismos incentivos para seguir bajando tanto los tipos o, al menos, para seguir haciéndolo a la misma velocidad. Cuando los hechos cambian, los posicionamientos deben replantearse y, en lo referente a la política monetaria, la situación al comienzo de 2025 no tiene nada que ver con la de hace dos o tres años.

El mercado debe emanciparse de pensamientos simplistas que reducen la cuestión monetaria a bajadas de tipos, bien; subidas de tipos, mal. La realidad es que hay veces que se suben los tipos por buenos motivos, se bajan por malos y que, a la hora de la verdad —es decir, pensando a largo plazo—, son los motivos lo único que importa. Para nosotros, un menor ritmo de bajadas sería la confirmación de la fortaleza económica, pero no por ello podemos descartar que desaten puntuales episodios de volatilidad en los mercados.

En segundo lugar, la situación en la que se encuentra la vieja Europa —más vieja hoy que nunca— es un rompecabezas económico, político y social que trasciende las fronteras del continente. Europa tiene un enorme problema de productividad y competitividad que exige profundas e inmediatas reformas estructurales. Tan profundas e inmediatas que es difícil no dudar de la existencia del compromiso institucional necesario para acometerlas. Documentos como el Informe Draghi identifican con certeza los necesarísimos puntos de acción para frenar el declive de Europa, pero sin la máxima determinación política, no serán más que papel mojado. Es cierto que en términos absolutos la situación económica es mejor que la que había hace diez o quince años, pero si como europeos no queremos quedar sepultados entre EE. UU. y China, atajar de raíz nuestras debilidades relativas se ha convertido en una cuestión vital.

Por si fuera poco, el marco estratégico actual es extraordinariamente complejo. La competencia china en sectores clave para la industria europea es feroz, existe un enorme retraso en el desarrollo de nuevas tecnologías, Rusia ha dejado de ser un suministrador fiable de energía barata y la nueva administración norteamericana no parece dispuesta a facilitar las cosas. La pérdida de peso internacional de la Unión ha sido una constante de los últimos 15 años y, sin duda, eventos como el Brexit o la guerra de Ucrania no han hecho más que acelerar este deterioro. Pero con un 5% de la población y un 15% del PIB mundiales, sería ingenuo pensar que esta situación solo afecta a los europeos. Al contrario, se trata de una incógnita con implicaciones políticas y económicas a nivel global que deberá ser afrontada por instituciones y mercados a lo largo de lo que queda de década.

Una tercera cuestión, especialmente importante para los inversores, es el papel cada vez más relevante de la gestión pasiva. Este estilo de inversión no es nuevo —el primer fondo indexado de la historia nació en 1976—. Pero su crecimiento desaforado en los últimos años ha tenido un impacto evidente en el día a día de los mercados: las noticias se descuentan en milisegundos, la volatilidad no tiene precedentes y el peso de las grandes empresas en los índices alcanzan niveles máximos en todos los países del mundo. Esta inversión sin alma, ha hecho que el mercado en la actualidad sea el más cuantitativo y cortoplacista de la historia. Pero esto, para los que somos partícipes de BESTINVER, son magníficas noticias.

Por paradójico que parezca, cuando los mercados se obsesionan con la máxima eficiencia en el rabioso corto plazo, surgen las ineficiencias a largo plazo. Unas ineficiencias que, en BESTINVER, estamos especializados en localizar y aprovechar. La situación que vive actualmente Europa es un buen ejemplo de ello. Como hemos explicado, su menor crecimiento frente a EE. UU. es evidente tanto en términos de actividad económica como de beneficios empresariales. Este menor dinamismo provoca que los grandes fondos pasivos reduzcan sus inversiones en Europa y las redirijan hacia índices norteamericanos. Y, en consecuencia, 2024 ha sido el peor de los últimos 25 años en términos relativos para las bolsas europeas frente a las estadounidenses —aunque, como señalamos anteriormente, la situación actual en Europa es mejor que la que había hace diez o quince años—.

La inversión sin alma no invierte en empresas europeas simplemente por europeas. Los gestores activos en valor, en cambio, no solo estamos en contra de esta tabla rasa, sino, además, podemos aprovecharnos de ella. Entre los miles de empresas europeas cotizadas hay negocios líderes, innovadores, bien gestionados y que gracias a la gestión pasiva cotizan con descuentos no vistos en varias décadas frente a sus homólogas norteamericanas. De hecho, el descuento del 18% al que tradicionalmente cotizaba la bolsa europea es, en la actualidad, de alrededor del 40%. ¿Hay razones para semejante descuento? Indudablemente sí. ¿Hay motivos para aplicarlo a todas las empresas europeas? Rotundamente no. Precisamente, es en las compañías que cotizan con descuentos injustificados donde encontramos oportunidades de inversión extraordinarias.

Pero Europa no es la única región en la que la gestión pasiva ha producido ineficiencias. Su obsesión por las etiquetas, la moda de las cestas automáticas de ganadores y perdedores o la proliferación infinita de temáticas de todo tipo, también han creado buenas oportunidades en empresas de países, sectores y tamaños de todo tipo. Si una compañía tiene la mala suerte de caer en el ETF equivocado, será vendida sin compasión con independencia de la fortaleza del modelo de negocio, la visibilidad de su negocio o su valoración —los casos de Rolls-Royce o de Meta, que tan buenos resultados nos han dado, son ejemplos de ello—. La tabla rasa que aplica la gestión pasiva se ha convertido en un aliado inesperado que nos ha permitido llenar de valor nuestras carteras.

Los mercados deberán replantear el peso y los atributos que asignan a la gestión pasiva. Después de una década de resultados extraordinarios, muchos creen que la indexación es el Santo Grial de las inversiones. Pero la experiencia nos ha enseñado que en los mercados no existe tal cosa. En algún momento, los desequilibrios causados por este estilo de inversión se revertirán a favor de los gestores activos en valor que hemos sabido identificar las ineficiencias causadas por ella. Este marcará un periodo de catarsis en el que las nuevas generaciones de inversores, gestadas en el seno de la gestión pasiva, se replantearán sus criterios cuantitativos a favor de los cualitativos. De ahí nuestro total convencimiento de que estamos iniciando una época dorada para la gestión activa. La propuesta de la inversión en valor es hoy más atractiva que nunca.

Un cuarto factor que será determinante para la marcha de los mercados durante el resto de la década es la productividad. Esta cuestión, que ha sido la asignatura pendiente de las economías desarrolladas, tiene un gran impacto en el crecimiento económico a largo plazo y, sin embargo, no recibe la atención que merece. Pero las inversiones en inteligencia artificial que se están realizando en multitud de sectores ponen los pilares para el inicio de una nueva fase de mayor productividad, especialmente en EE. UU. Datos recientes demuestran una clara mejoría en su tasa de crecimiento, que ha pasado del 0,9% anual en la década anterior al 2% en los últimos cuatro años. Se trata de una aceleración substancial que no puede pasar desapercibida.

De confirmarse, la mejora en la productividad podría derivar en un entorno de mayor crecimiento económico e inflación moderada similar al ocurrido en la década de los 90. Un contexto semejante facilitaría enormemente la solución de algunos de los desequilibrios estructurales que existen en la actualidad, impulsaría los beneficios empresariales y sería extraordinariamente positivo para la renta variable. En consecuencia, debemos seguir atentamente la evolución de un factor tan relevante y sus implicaciones en los negocios en los que invertimos.

La evolución de estos cuatro factores determinará la marcha de los mercados a largo plazo. En el equipo de inversión de BESTINVER, pensamos que hay buenos motivos para esperar una resolución positiva en todos ellos. Sin embargo, también creemos que las soluciones surgirán a un ritmo desigual y darán pie a nuevas incógnitas que marcarán la agenda de la siguiente década.

Hablar del futuro con realismo implica aceptar la incertidumbre como algo normal. Pero, no por ello, debemos ignorar las pocas certezas con las que contamos. Una de ellas es que los mercados seguirán centrados en el cortoplacismo y cada año —al igual que ha ocurrido en el verano de 2024— y que veremos episodios de volatilidad que permitirán rotar las carteras y ampliar sus rentabilidades potenciales. Otra certeza es que las empresas más fuertes e innovadoras son capaces de adaptarse a los entornos más exigentes, superar cualquier crisis y salir reforzadas de ellas. Por último, sabemos que una cartera equilibrada, diversificada y que busca valor sin etiquetas allá donde esté, es la mejor manera para generar buenas rentabilidades a largo plazo. Con estas tres certezas afrontamos un 2025 lleno de oportunidades.

Nos despedimos, agradeciéndole de nuevo su confianza y deseándole un magnífico 2025.

Atentamente,

Mark Giacopazzi

 


La inversión en fondos de inversión de renta variable y renta fija conllevan principalmente los siguientes riesgos asociados: riesgo de mercado, de divisa, de tipo de interés, de crédito, de contraparte, de concentración geográfica o sectorial. Encontrará el folleto completo, informes periódicos y el DFI de todos nuestros fondos en la página web www.bestinver.es y de la CNMV www.cnmv.es. Rentabilidades pasadas no garantizan rentabilidades futuras.

 

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